(No) Todo esta guardado en la memoria

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* Por Nicolás Arizcuren

(No) Todo esta guardado en la memoria

La semana de la memoria llegó este año con matices diferentes. Por primera vez se dijo en voz alta lo que se viene susurrando desde hace mucho tiempo. Este nuevo gobierno a través de un spot expuso una parte de la historia que hasta ahora nunca había sido contada de manera explícita y que lejos está de rivalizar contra “la historia oficial” sino que simplemente al correr el reloj tres años atrás al golpe militar, complementa con detalles algunos sucesos claves que nunca debieron ser omitidos para comprender “la historia completa”.

La historia en estado puro no existe, es siempre narrativa política. Desde que el mundo es mundo sabemos bien que a la caída de un imperio le precede la llegada de una nueva interpretación de la historia. De chicos crecimos festejando el día de la raza y la llegada de los españoles para “descubrir América”, hoy la narrativa es completamente diferente reinterpretando ese suceso como un genocidio a los nativos. Hasta la mismísima formación del “Nuevo Testamento” también fue un proceso gradual que abarcó varios siglos y se basó en la aceptación de ciertos escritos como autoritativos y apostólicos por parte de las primeras comunidades cristianas basados en evangelios y decididos en concilios.

“Lo propio del saber no es ver ni demostrar, sino interpretar.” M. Foucault

Como no existen hechos, sino interpretaciones podemos decir que la memoria no consiste simplemente  en recordar momentos como quien los clasifica en un gran archivo mental, todo lo contrario la virtud de la memoria es justamente elegir lo que debe desechar, de lo contrario entraríamos en un juego similar al que sufrió Ireneo Funes, el personaje del cuento de Borges sobre aquel uruguayo que podía recordarlo absolutamente todo.

La psicología define como “amnesia disociativa” cuando una persona puede sufrir un episodio traumático tan intenso que su mente, como mecanismo de defensa, bloquea o restringe el acceso a esos recuerdos dolorosos. Intuyo que de alguna manera es lo que no paso colectivamente a la hora de decidir olvidar un suceso todavía muy cercano pero altamente traumático. Dicho esto, ahora siento la necesidad de escribir sobre lo que verdaderamente quiero rescatar en la semana de la memoria, de ese olvido colectivo que este 20 de Marzo cumplió ya cuatro años y que también forma parte de esas verdades incomodas que es preferible no tocar y que tácitamente de manera colectiva, por la magnitud del trauma, quizá elegimos olvidar: el estado de excepción dictado en Marzo del 2020.

Algunos coloquialmente lo llaman “la pandemia”, otros “la cuarentena”, Giorgio Agamben lo define jurídicamente como un estado de excepción haciendo referencia a una situación en la que el poder político suspende temporalmente las normas y leyes constitucionales para enfrentar una supuesta crisis o emergencia. El filósofo italiano, desarrolló este concepto en su obra “Estado de excepción” (Homo Sacer II, I), donde analiza cómo el estado de excepción puede ser utilizado por los gobiernos para ejercer un control extremo sobre la población y limitar las libertades individuales en nombre de la seguridad, la salud o la estabilidad.

“El poder se ejerce por entero, de acuerdo a una figura jerárquica continua, en el que cada individuo está constantemente localizado, examinado, distribuido entre los vivos, los enfermos y los muertos, todo esto constituye un modelo compacto del dispositivo disciplinario. A la peste responde el orden” M. Foucault

Esto fue precisamente lo que ocurrió a partir de Marzo del 2020 y perduró durante casi dos años. Parece increíble pensarlo hoy pero independientemente de las cuestiones netamente epidemiológicas es indiscutible que el poder político hizo uso de la tragedia cometiendo así lo que para muchos es el atentado más grande a los derechos humanos de este siglo.

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Claro que no podemos simplificar todo y culpar a Alberto Fernández, ya que se trató de un fenómeno geopolítico (que con el paso del tiempo seguramente iremos comprendiendo cada vez más) aun así hay cuestiones ineludibles de las que jamás dieron explicaciones y en el caso de nuestra ciudad todavía se agrava mucho más siendo el intendente un hombre que antes que político es médico y debió actuar conforme a su juramento hipocrático.

“APLICARÉ mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome.”

La credibilidad total duró lo que el decreto dispuso: quince días de aislamiento preventivo y obligatorio. Encerrar a todos fue una medida de por si propia de la edad media. A partir de allí todo viajó rápidamente muy al estilo kirchnerista: del totalitarismo hacia lo bizarro. El virus iba y venía de acuerdo a la coyuntura y conveniencia política, las elecciones, las manifestaciones pro aborto o el velorio de Maradona no afectaron ni pusieron en peligro la salud pública como si lo hicieron, un bautismo en Necochea o un tipo que remaba solo en el medio del rio.

La farsa de los trabajadores esenciales se cae cuando a los médicos y policías se le suman los periodistas de espectáculos que hacían de las suyas como todas las tardes, ventilando las sabanas de los famosos pero, eso sí nobleza obliga al principio con barbijo y luego con un metro de distancia. El que no fue esencial, era el pobre tipo que mantenía toda su familia cortando el pasto por ejemplo. A ese pobre le caía no solo el abuso de poder de la policía, sino también el de las fuerzas parapoliciales municipales creadas exclusivamente para esto y también el repudio de toda la comunidad al punto de verse más de una vez, denunciado y escrachado en los medios gráficos.

“Para hacer funcionar de acuerdo con la teoría pura los derechos y las leyes, los juristas se imaginaban en el estado de naturaleza; para ver funcionar las disciplinas perfectas, los gobernantes soñaban con el estado de peste” M. Foucault

Comerciantes fundidos o perseguidos como delincuentes por intentar trabajar clandestinamente, muchos de ellos, por ejemplo del rubro deportivo, no con un fin de lucro necesariamente sino simplemente por atender a su responsabilidad humana de darle a sus clientes ese espacio necesario de ejercicio para la salud.

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No hubo caso. La emergencia les vino como anillo al dedo para ejecutar todo su poder, decretar las emergencias y disponer libremente del presupuesto. Futbol si, padel no. Tenis si, bochas no. Bares si, eventos no. Las mesas del bar levemente distanciadas. Eso sí, barbijo para entrar. Se podía quitar recién cuando uno se sentaba y luego para ir al baño había que colocarlo nuevamente. Como si el virus solo afectara de 1.5 mts hacia arriba.

Aclaración: ¨Barbijo” no era un instrumento quirúrgico hecho con un material tecnológico especial adaptado a las características del virus. Un repasador o calzoncillo viejo con dos elásticos eran suficiente para que “los higienizadores” consideren que usted era una persona “salubre y protegida”.

Que el tono irónico con el que intento transitar esta nota no le quite importancia a la tragedia que vivimos aquellos que nos fundimos, que corrimos al escuchar la sirena apocalíptica de “Nueva Era”, los que nos vimos atrapados por terraplenes a la salida de la ciudad cual estado de guerra o los que tuvimos que enterrar familiares sin la posibilidad de acompañarlos.

Hoy sufrimos no solo las consecuencias económicas sino también arrastramos como sociedad un aumento de problemas de salud mental, patologías como consecuencia de los factores contribuyentes (la soledad, el miedo al contagio o la muerte, el duelo por la pérdida de seres queridos y las preocupaciones económicas fueron algunos de los principales factores que contribuyeron al aumento de problemas de salud mental). El impacto en grupos específicos (la pandemia afectó especialmente a los jóvenes, las mujeres y las personas con problemas de salud física previos, como el asma, el cáncer o los trastornos cardíacos).

Comprendo a aquellos que piensen que a esta nota le sobran unos cuantos párrafos, pero con el correr del tiempo muchos se irán dando cuenta la magnitud del daño que nos hicieron. Porque ya nos habían robado los depósitos, las jubilaciones, la obra pública, hospitales, escuelas incluso la historia, pero lo más grave es que el 20 de Marzo de 2020 nos robaron también la libertad y el tiempo.

A Daniel, Gigy, Martín, Angie, Max, Guillermo, Paula, Mariana, Ezequiel, Jorge, Carlitos y a todos aquellos que le pusieron el cuerpo a la lucha, en marchas, asesoramiento, ayudando a los mayores a cobrar, acercándoles mercadería o simplemente acompañando a aquellos que enfermos eran tratados como parias. Les prometí un libro, voy a cumplir. Por ahora esta humilde nota.

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