“La carpintería me movió el piso”

Su nombre está asociado al mundo clown. Es muy probable que lo hayas visto en algún escenario, como parte del Trío Tri Tri, o de la Compañía La Ñata Roja. Animando alguna fiesta, liderando la organización del Festival Nacional de La Payasada. Sin embargo, la pandemia le dio un empujón para sacudirse. Está en plena transición, pariendo nuevos caminos. Aprendiendo. Dice con orgullo: “Estoy haciendo carpintería”. Reconoce que el teatro le ha dado montón de cosas, y si bien no siente haber cumplido un ciclo, sí experimenta la necesidad de dejar descansar esa exigencia que le ponía para que fuera su medio de vida. El placer de trabajar con la madera lo tiene entusiasmado, con esa energía contagiosa de los comienzos. ENE dialogó con Matías Acuipil, y surgieron mágicamente los ¡Aplausos por el cambio!

“La carpintería me movió el piso”
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Del efecto vacaciones a la imposibilidad de trabajar

“La primer parte de la pandemia, allá por marzo de 2020, la verdad, al principio fueron como unas vacaciones. Estaba dando clases en algunas escuelas, era no ir a dar clases, acomodarnos, todavía no estaba definido lo virtual como ahora, mandábamos actividades por cuadernillo. Al principio fueron como unas vacaciones, daba esa sensación, que en quince días ya se retomaba todo. Y después poco a poco empezó esa imposibilidad de poder trabajar”, rememora Matías.

“En mi caso daba clases en dos instituciones, eso era parte de mis ingresos mensuales, y después era todo de manera independiente: funciones en distintos teatros, municipios, eventos, animaciones y también clases independientes, talleres con La Ñata Roja en la cual nos habíamos conformado como cooperativa, éramos ocho profes que estábamos formando parte en el momento en el que nos agarró la pandemia. A partir de ese momento empieza a haber una puja interna a ver si dábamos clases virtuales o no. Yo estaba cerrado a la posibilidad de que el taller de clown se diera de forma virtual, porque no era lo mismo y patatín y patatón. En mi caso había negación de querer cambiar la forma de dictar los talleres de clown, que era una de mis fuentes de trabajo más importante”, describe.

“Después paralelamente, con el colectivo de teatristas, empezamos a reclamar al estado un poco de presencia ante esta situación, mis compañeros estuvieron muy presentes en esa lucha. La pandemia trajo cosas positivas como replanteos muy profundos hacia adentro de cada uno, que en definitiva generaron algún cambio creo que en todas las personas, y en mi caso una evolución y una toma de conciencia más amplia”, explica.

Darse cuenta

Durante años el deseo de Matías fue persistente: quería vivir del teatro, que su vocación y los conocimientos que había adquirido fueran una fuente de ingresos dignos. Ese motor lo convirtió en un emprendedor, un gestor cultural todo terreno.

“No le puedo echar la culpa a nadie, ni siquiera a la pandemia, de mi situación hoy. Fue un caer en la cuenta -en mi caso-, hace muchos años que vengo apostando a vivir del teatro, y si soy sincero nunca pude vivir del teatro como tal, siempre estuve haciendo otras cositas. Y hoy por hoy vivir del teatro es muy difícil, se vive dando clases, siendo docente en instituciones, en el estado, pero no por actuar, ni por hacer publicidad ni filmar algo. Tenés que estar en una ciudad como Buenos Aires, por ahí, si bien de a poco se va descentralizando la cosa, pero tenés que estar muy presente en un lugar donde se produzca todo el tiempo cine o televisión pero es muy difícil vivir del teatro”.

“Yo había apostado a eso abriendo La Ñata en 2014, y fue un darme cuenta que le había exigido al teatro algo que no me podía dar, y lo que me estaba pasando interiormente era que me estaba enojando con el teatro y realmente no quería eso”, analiza.

Ese click que necesitaba

Para Acuipil la necesidad de cambio vino acompañada de un reconocimiento de situaciones latentes, que estaban agazapadas, prontas a salir a la superficie: “A partir de ahí empieza lo que muchos llaman reinventarse, pero en mi caso personal empieza a haber un cambio, de decir ya esto del teatro no me está llenando del todo a nivel emocional, a nivel pasión, alegría”.

“Fue algo que me apasionó muchísimo durante muchísimo tiempo, pero hoy por hoy hay algo en mi que se gastó en ese sentido y necesito buscar otra cosa”, expresa.

“Empecé a buscar otras cosas y todo el tiempo iba y volvía con el teatro, con insistir. Hicimos muchas cosas en la pandemia, mucho audiovisual, algunos festivales, participamos de todos los concursos habidos y por haber, y entremedio empecé a hacer un coaching con mi coach Adrián Pendás y también lo fue Luciana Miguens, los dos fueron muy importantes para mí porque pude descubrir qué me estaba pasando y hacer ese click que necesitaba”.

Mis primeras experiencias con la madera

“Mientras no se podía ni actuar, ni dar clases ni nada, ni nada, ni nada, empecé a hacer huerta. Armamos una huerta grande en una quinta de mis abuelos en Cerro Leones. Llegamos a ser quince artistas `huerteando`, fue una experiencia muy linda, generamos mucha amistad de esos encuentros. Y también empecé a hacer cosas de madera en relación a la huerta como bancales. Empecé a hacerle a mi hermana un cerco para que no pasen los perros a la huerta y ahí hice mis primeras experiencias con la madera. Me daba cuenta que pasaba horas trabajando y se me pasaban volando”, sostiene Matías.

“Me gustaba, pero como cualquier trabajo artesanal, cuando uno va avanzando en el oficio necesita herramientas, un espacio, cosas que no tenía. Al día de hoy trabajo en una mesita afuera de mi casa, la reinvención -si vale esa palabra- viene por ahí, viene de la mano de la carpintería, que me doy cuenta está ocupando muchas horas en mi vida, ya sea mirando tutoriales de cómo sea hace esto, cómo se hace aquello, investigando, comprándome herramientas, plata que ganaba de los subsidios de teatro invertía en herramientas. Me di cuenta que mi energía estaba puesta en otro lado”.

Siempre animarse

Tanto su vieja como su nueva pasión conviven en armonía, en una especie de retroalimentación con final incierto.

“Sostengo trabajos teatrales, soy profe en un terciario en Ayacucho. Sigo con mis talleres de clown, que ahora están suspendidos, pero hay muchos alumnos esperando el regreso. No es que abandono el territorio del clown ni del teatro, sino que reparto la energía en algo a lo que dediqué muchos años, y que hice mucho tiempo, sé hacerlo y es un territorio conocido para mi y en algo que me llena de entusiasmo, como tener un juguete nuevo, esa energía de novedad que es la carpintería, que estoy aprendiendo, que quiero armar mi taller, que acepto trabajo y me meto en lindos problemas y entrego los trabajos y la gente queda contenta”.

“Es un poco eso, animarse. A mí la primera vez que animamos una fiesta recuerdo que mentimos, porque la señora que nos contrataba como Trío Tri Tri dijo: ¿Ustedes ya animan hace tiempo no? Siii dijimos nosotros y era la primera animación que hacíamos y bueno así arrancamos. Uno no puede empezar con toda la experiencia encima, se va haciendo a medida que se va avanzando”, recuerda.

Familia clown

Tal vez porque sus compañeros de travesuras y escenarios son familia elegida, es que Matías destaca los caminos emprendidos por Franco Di Menna, alias Vitorito, y Josefina Loustaunau, alias Rufina, que dispararon para otro lado. “Fran por ejemplo –integrante de la Ñata Roja- a él la pandemia lo expulsó digamos a hacer, a crear. Está a punto de estrenar dos espectáculos, está armando un espectáculo solo con Vitorito. Yo digo que es el actor del año porque ha hecho mucho a nivel audiovisual y le ha metido mucha energía a seguir ensayando”.

“Josefina se afirmó como docente, empezó a tomar horas en instituciones y ahora está totalmente abocada a la docencia”.

“Nos fue transformando a todos. No dejamos de actuar ni hacer clown, de hecho tenemos pautadas funciones para vacaciones de invierno pero ya es con otra mirada, sin exigirle a la profesión -en mi caso-, que sea mi sostén económico. Y sí tratando de poner toda la energía en que mi estabilidad económica me la pueda dar un oficio como la carpintería. La estoy descubriendo, es algo hermoso, algo noble, la madera tiene algo muy cálido, el olor te traslada. Me estoy apasionando con la madera, ahí voy queriendo ir progresando. Ahora me prestaron un espacio para trabajar en una capilla, estoy muy agradecido. Mientras me estoy armando mi taller en el fondo de casa que me está llevando unos meses. Estoy recibiendo ayuda de gente muy importante, personas que me quieren, así que, cuando pase el temblor creo que voy a compartir las dos actividades”, vaticina.

Ser lo que querramos

Sobre el final de la entrevista el reconocido clown devenido en artesano de la madera destaca otro aprendizaje importante: “Me di cuenta es que esto de decir soy tal cosa, definirse por ejemplo: soy payaso, soy actor, soy profesor de teatro, definirnos así nos limita. Intento no definirme así. Soy Matías y hago clown, hago docencia, y en este caso hago carpintería, porque me di cuenta que podemos ser lo que querramos, y que solamente  ser algo específico nos deja chiquitos y nos deja pegados al ego, `soy actor de cine`. Porque durante muchos años estuve con esa idea, y era más mi ego que estaba pujando, que lo que sucedía realmente. Pasé momentos de total inestabilidad económica por no soltar, hay que tener la flexibilidad para ir haciendo otras cosas, cuando el teatro no reditúa como uno necesita, con los costos de vida que implica sostener una familia”.

Para la despedida Matías dice haber entendido que “Esto de la carpintería es un proyecto bebé. Tengo que, poquito a poquito, dejarlo crecer”.

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