Si bien supieron tener su época dorada, las grandes empresas del rubro atraviesan momentos difíciles y hoy son las pequeñas las que sobresalen dentro del sector. ENE habló con las autoridades Ballini y PDM, dos Pymes locales que supieron sortear los años más duros. Estrategias, críticas y expectativas a futuro.
La década del 70 fue su época dorada: Tandil, aquel entonces, era considerada la capital nacional de la industria metalúrgica. A las grandes empresas, pioneras en el sector, se le fueron sumando otras tantas más chicas. El éxito repercutió tanto en la economía como en la vida social de la ciudad. Sin embargo, a fines de los 90 todo comenzó a complicarse: la crisis del 2001 golpeó fuerte y las grandes empresas insignia empezaron a sentir las consecuencias. Muchas de ellas no pudieron reestructurarse ante los nuevos tiempos y debieron cerrar sus puertas.
Otras, como Metalúrgica Tandil, sobrevivieron aunque agobiadas por los conflictos. Hoy, la situación tampoco es la ideal: la apertura de las importaciones y la recesión que transitó el país durante el 2016 dificultaron el crecimiento. Sin embargo, y a diferencia de las grandes compañías, las Pymes se mantuvieron. Solamente las nucleadas en la Asociación de la Pequeña y Mediana Empresa de Tandil (APYMET) hoy suman 36. Son las empresas que, en un futuro, pueden lograr que la industria vuelva a crecer.
En el marco del Día del Metalúrgico, ENE charló con Claudia Ballini y Guillermo Manterola, dos empresarios del sector que contaron de qué manera sus talleres hicieron frente a las épocas de crisis, cómo ven al sector en la actualidad y qué expectativas tienen a futuro.
Adaptarse al mercado.
PDM Tandil nació en 1999 cuando Guillermo Manterola, Daniel Radetich y Raúl Ferraggine, tres empleados de distintas empresas metalmecánicas, se reunieron para crear su propia historia. Hoy, casi 20 años después y luego de varios momentos difíciles, PDM sigue trabajando como el primer día: cuenta con una cartera estable de clientes, sus dueños invierten continuamente en mejoras tecnológicas y apuestan al futuro. PDM ofrece servicio de mecanizado y de ingeniería -sobre todo el desarrollo de piezas-.
Trabaja según especificaciones de sus clientes y en proyectos especiales y, a diferencia de muchas otras empresas, no cuenta con un producto propio. Esa es, entre otras, una de las claves de su vigencia. “Siempre nos manejamos con distintos rubros. Construimos piezas según especificaciones o planes de nuestros clientes, que pueden ser de la industria alimenticia, de la petrolera, de una cementera, de una central termoeléctrica o de una fábrica de cubiertas”, cuenta Manterola, y explica que por ese motivo es tan diverso el trabajo de PDM. Entre sus clientes se encuentran Aluar, Bagley, Cerro Negro, Cargil, Fate y Loma Negra.
Los primeros años no fueron fáciles. Ninguno de los tres provenía de una familia de metalúrgicos y no contaban tampoco con los antecedentes necesarios para poder acceder a la ayuda financiera de una entidad bancaria. Sin embargo, tuvieron la habilidad de apuntar, como posibles clientes, a grandes empresas de diversos rubros, hecho que además les dio continuidad de trabajo y los ayudó a sortear la crisis del 2001.
“Una industria alimenticia en época de crisis puede vender menos, pero ¿cuánto menos? Una cementera en crisis vende más o menos, pero no deja de trabajar. Nunca nos atamos a una sola industria. En algún momento estuvo mejor la construcción, entonces apuntamos ahí. Siempre algún sector funciona mejor que otro. Habernos diversificado y tener amplitud de clientes nos ayudó. Por eso en el 2000, a pesar de haber sido un año malísimo, nosotros también crecimos. Mucho tiene que ver con buscar el cliente y con nuestro compromiso profesional y personal”, repasa Manterola.
La diversificación y el trabajo en relación a las necesidades del mercado hicieron que la empresa no detuviera nunca su flujo de trabajo. Es más, según explica Manterola, incluso pudieron invertir en tecnología.
“En el año 2005 incorporamos máquinas CNC. En ese momento, para un taller de mecanizado de Tandil, era bastante novedoso. Incorporamos un torno, un centro… siempre apuntamos a la tecnología. Hoy mismo seguimos en ese rumbo pese al contexto. A fines de 2015, cuando nos encontramos con un proceso eleccionario de cambio de Gobierno y no sabíamos qué iba a pasar, trajimos una máquina de Japón”, señala el empresario, y asegura: “Buscamos tener las mejores máquinas para producir mejor”.
Sobre lo que le depara el futuro al sector, Manterola es positivo con reservas. ¿Tandil puede volver a ser esa capital nacional metalúrgica que alguna vez fue? “No sé -dice-, tengo mis dudas, porque nos hemos quedado sin grandes empresas como Metalúrgica Tandil en su mejor momento. En aquel entonces de ella vivían muchos empleados y muchas empresas que le hacían servicios”. ¿Y dónde está entonces la esperanza del sector? En las Pymes. “Ahí está el secreto. Las Pymes son los motores de la economía”.
A nivel personal, Manterola ve el futuro con buenos ojos. “Somos optimistas porque siempre hemos tenido trabajo. Incluso en los peores momentos”, asegura. “La política económica la deciden los políticos. Nosotros tenemos que tener la cintura suficiente como para adaptarnos al momento y seguir adelante, porque vivimos de esto y para esto”.
Obstáculos a superar.
Talleres Ballini nació en 1966 cuando Eduardo Ballini, en el fondo de su casa, montó un taller y se inició en sector metalmecánico con la producción de mecanizados. Siete años después, trasladó su empresa a Edison 942, donde se encuentra en la actualidad.
Ballini logró consolidarse en el tiempo por medio de la incorporación de construcciones metálicas y la producción de máquinas herramientas. Hoy al frente de Talleres Ballini se encuentran sus tres hijos: Claudia, Eduardo y Mauro. En diálogo con ENE, Claudia contó que cuando sus padres fallecieron ellos debieron hacerse cargo de la empresa familiar.
“Nosotros somos más que nada una empresa de servicios. Acá no se fabrica, sino que se hacen sobre todo reparaciones. Si podemos hacer alguna pieza de repuesto por pedido, pero no una línea seriada de fabricación. Ofrecemos servicios, entre otros, a las canteras o a empresas de Buenos Aires. Trabajamos para Tandil y para el resto del país”. Brisgestone Firestone Argentina, Cargil, Cemento Avellaneda, Carámica San Lorenzo, Fate. Ford Argentina, Losa, Mastellone Hnos. y Mc Cain Argentina son algunos de sus clientes.
¿Cómo hizo la familia Ballini para afrontar los momentos de crisis? “Hemos hecho mano a todo. En momentos de crisis, que los hemos pasado, y también ahora que está muy difícil la situación, hemos trabajado honestamente”, resalta Claudia, y agrega: “Hoy en día lo que hacemos es tratar de bajar costos achicando los gastos lo más posible, buscamos mejorar la eficiencia o que rinda más. También hemos puesto plata de nuestro bolsillo”.
Sobre los principales inconvenientes que afronta la empresa hoy, Claudia explica que el margen de ganancia alcanza para subsistir y que lo más difícil es llegar al costo. “No queremos fundirnos trabajando, entonces tratamos de recurrir, cuando hay, a algún crédito blando, o a algún beneficio”.
Claudia explica que el sector se está tratando de amoldar a todos los cambios que se dieron estos últimos años, y que mantiene las esperanzas de que la industria resurja. No obstante, y a nivel personal, confiesa que lo más complicado de afrontar son los costos fijos que implica tener abierto un taller hoy en día, que la apertura de las importaciones complicó el panorama y que ella siente que, además, la Metalúrgica está relegada y no hay suficiente apoyo al sector.
“Siempre los beneficios son para otros rubros. Nosotros no tenemos un apoyo abierto, aun cuando Tandil, por ejemplo, se inició como una ciudad metalúrgica, empezando por Metalúrgica Tandil que le dio trabajo a media ciudad. Y está bien que se le dé a otros rubros, pero nosotros esperamos que también nos abran algún camino como para poder seguir y no morir en el intento”. De cara al futuro, Claudia es optimista: “En el taller tenemos fe de que de esto se va a salir”.
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